miércoles, 26 de noviembre de 2008

Pánico en el túnel

Espero que ésta sea la última entrada dedicada a narrar mis andanzas médicas, porque ya me aburre hasta a mí. Y no es que no me sucedan otras cosas, ni que no se me ocurran otras ideas, pero los exámenes de mis dolencias ensombrecen todo lo demás: sin ir más lejos, de momento he tenido que pasar por un hospital u otro los tres días de semana que llevamos por el momento.

El caso es que hace dos semanas, como ya conté en la entrada anterior, me dijeron que me esperaban más pruebas, consistentes en la introducción de cámaras por dos de los tres orificios "practicables" de mi cuerpo (no cuentan las orejas ni la nariz). Es decir, me iban a meter un tubo por la garganta, y otro por ahí (ese órgano que a los hombres nos permite realizar determinada actividad de pie).

Hace unos diez días tuvo lugar la endoscopia: tubazo por la garganta, y hasta el infinito y más allá. Se entiende que te obliguen a ir en ayunas, porque si todo el aire que eché (muy sonoramente) por la boca no fuera aire, las profesionales que realizan estas pruebas tendrían que ir ataviadas con trajes de neopreno y fregonas, como mínimo. El resultado: todo bien, salvo que soy "cardialmente incompetente" (otra categoría más en la que no me cualifico, qué le vamos a hacer).

La semana pasada tuvo lugar la otra "intromisión". Cinco minutos de molestia sólo para decirme que estoy bien, que no tengo nada malo ahí... y ni mucho menos soy incompetente en ese aspecto. Lo curioso del asunto es que cuando vi el diámetro de lo que iba a entrar me preocupé un poco; pero cuando eso entró donde tenía que hacerlo, y apenas me molestó, pensé en el diámetro de donde había entrado (y mis conclusiones, que no voy a compartir aquí, fueron muy halagadoras para mi vanidoso ego).

Hace dos días, urografía: radiografías con una inyección de contraste. Vamos, como si fuera "el increíble Hulk", pero sin rayos de color verde. De momento no hay transformaciones ni nada, pero no pierdo la esperanza de adquirir molones poderes mutantes.

Ah, y por el camino todas las vacunas que necesito para irme a La India (confirmado: en un par de semanas, si no hay cambio de planes, vuelo hacia Chennai), con la particularidad de que ninguna de ellas me ha provocado reacción.

En resumen: este año lo he empezado como "el niño burbuja", pero lo estoy terminando como Bruce Willis en "El protegido" (pero con pelo, eso sí).

No hay comentarios: