No hace ni diez días que se ha casado mi hermana, y me toca hablar de nuevo de otra boda. Aunque, para ser sinceros, aún le quedan un par de días al principal afectado.
Jules se casa el día 27 de este mes, y allí estaremos, como cronista (poco) y comensal (lo que se pueda). De momento hemos hecho los deberes, y llegarán al altar (novio y novia) con sus despedidas de solteros bien cumplidas.
El viernes pasado acudimos los amigos del novio a tomar unas cervezas... y vestirlo de colegial; o, al menos, una versión retorcida de lo que sería un colegial: pantalones cortos, tirantes (of course), gafas de empollón de plástico (las gafas, no el empollón), colorete, pecas... el equipo completo.
Mientras, las amigas de la novia, más moderadas, se reunieron con ella para tomar sangría... y vestirla de colegiala. En la descripción anterior sustituid pantalones por falda, gafas por coletas, eliminad los tirantes, y os podréis hacer una idea de cómo quedó ella.
Nosotros no tuvimos que imaginar nada, porque en un momento dado de la noche nos reunimos, juntando ambas despedidas (¿para qué separarse pudiendo pasarlo bien todos juntos?), y tras la cena (menú infantil para ellos) acudimos a un espectáculo de magia en la sala Houdini.
Impresionante.
En este siglo XXI en el que estamos, en que "creerá que un hombre puede volar", aún han sido capaces de sorprendernos. Sí, palomas que salen de la nada para convertirse luego en conejos; escapismo de salón; naipes que van y vienen... Dos horas que se nos pasaron volando. Merece la pena, efectos digitales en su estado puro, pues son los propios dedos los que se encargan de ellos. Además, que a Jules le dijeron lo de "duérmete", y casi se va al suelo... No llegaron a hipnotizarlo (ni a los otros dos con los que el mago lo intentó), pero sí que les vimos cerrar los ojos y balancearse hacia adelante, sin poder evitarlo.
El resto de la noche también bien: yo llegué a las siete y media de la mañana a casa, y aún estoy recuperando sueño del fin de semana.
Y, por supuesto, me ronda por la cabeza la idea de apuntarme a los cursos que uno de los magos imparte los miércoles. Sobre todo por lo de dormir a la gente. Es algo que consigo de forma natural, pero no con tanto estilazo.
(Por cierto, sí, hay fotos de los novios en tales vestimentas: jamás serán presidentes, ni de su comunidad de vecinos).