martes, 26 de agosto de 2008

Alguien voló sobre el nido del cuco

Esto ocurrió la semana pasada, pero de pronto ha vuelto a la actualidad. Entonces no pude comentarlo, porque se me acumularon distintos asuntos (eufemismo para referirme a múltiples cervezas sobre barras de bares o mesas de terrazas veraniegas).

El lunes pasado estaba en mi oficina, trabajando (lo prometo), cuando recibí la llamada de mi vecina, una mujer mayor y algo rara (lo segundo no es consecuencia de lo primero), a la que llamaré Señora Klander. Lo primero que hizo fue preguntarme dónde estaba; teniendo en cuenta que eran las diez de la mañana le respondí que trabajando (lo prometo). Entonces me dijo que si estaba cerca de casa, a lo que contesté que no. Y ahí fue cuando por fin me explicó qué ocurría.

Al parecer el loro o canario o periquito (vamos, un bicho con alas) de los vecinos del primero, los Munster, se había escapado de su jaula, abriéndose paso hasta el patio interior, y de ahí hasta la ventana abierta de mi piso. La idea de Klander era que fuera a casa para coger al animal, cosa que no hice, pensando que, si estaba en mi casa, ya lo atraparía cuando volviera.

Y algo así fue lo que ocurrió: a las tres y media, cuando llegué a mi hogar, busqué al bicho volador por casa, sin éxito. Pero se oían un par de peculiares sonidos desde el patio interior. Bueno, un sonido y un ruido: el piar del animalito, y la inquietante imitación de ese piar perpetrada por el Señor Munster desde el primero. Cuando me asomé me explicó (comunicación vertical entre la primera y la tercera plantas) que ya habían logrado encerrar a la pareja del fugado (que también se había largado en su momento), pero que llevaban toda la mañana detrás del otro; y añadió que son animales acostumbrados a estar juntos, que se echan de menos.

“¡Qué tierno y qué bonito!”, pensé para mí, “y qué mala suerte para ti, pajarraco”. A la vista de los datos, propuse desde mi posición privilegiada que dejaran a su pareja a la vista, para usarla como cebo. Y funcionó: cinco minutos más tarde, el pájaro estaba en la jaula. Al poco, el Señor Munster se presentó en la puerta de mi casa para agradecerme la ayuda, porque habían estado toda la mañana intentando atraparlo sin éxito.

Y hoy, hace un rato, he vuelto a oír un familiar pío-pío en las proximidades de mi ventana: deberían fichar a ese bicho para “Prison Break”.

Ahora, analicemos las cosas que dan miedo de esta historia:

1.- La Señora Klander tiene mi número de móvil (no me preocupa demasiado) y lo usa para extrañas emergencias (¿un pájaro fugado? Sí, necesito estar informado de ello).

2.- Me llamaron a las diez y cuando atraparon al pájaro, gracias a mí, fue a las cuatro. En seis horas fueron incapaces de capturar al alado fugitivo. Es algo que dice mucho a favor del animal, o muy poco a favor de los Munster.

3.- Mola ver que soy más listo que un pájaro, pero, entre nosotros, contaba con ello; lo que da miedo es ver que los Munster no lo son.

4.- Lo que da más miedo aún es que el Señor Munster tiene descendencia, y la genética, como el algodón, no engaña: su hijo apunta maneras. De hecho, hay ocasiones en que Fungi confunde las conversaciones a gritos entre los Munster con las peleas que se oyen desde la calle (mi barrio es, como poco, pintoresco).

5.- Vivo rodeado de anomalías. Y luego los frikis nos llevamos la fama...

2 comentarios:

Aathos dijo...

Al mismo tiempo que has descubierto que eres más listo que un pájaro yo he descubierto que soy más tonto que un robot de Lego, ¡no sabes qué bajón!

http://www.youtube.com/watch?v=5fAn5A0HbhU

Después de esto lo dejo todo y me dedico a vivir de piar y comer alpiste.

Acido_Cinico dijo...

jajajaja
acojonante.
deberías escribir "Artist follies"... algo así como tu versión de la novela de Auster, con un leve barniz a lo 13 Rue del Percebe